Reto 3: tu protagonista se mira al espejo y ve algo que no debería estar ahí.
Otro día agotador en la agetreada vida de Nola, como casi todos últimamente. Su jornada laboral había empezado a las ocho de la mañana, justamente dos horas después de levantarse, y acababa de terminar mucho tiempo después de que se pusiera el sol. Empezaba a notar los efectos del agotamiento en el cuerpo; falta de concentración, leves mareos, dolores de cabeza, todo aderezado con los continuos dolores musculares pertinentes. No podría seguir así por mucho más tiempo, pronto ese estilo de vida empezaría a pasarle factura.
Cerró la puerta de su modesto apartamento y se apoyó en ella un momento antes de comenzar con el ritual de quitarse el abrigo, los tacones y el moño. Se acercó al baño para lavarse la cara y las manos, esperando que el agua lograra espabilarla lo suficiente como para llegar a la hora de la cena con los ojos abiertos. La sensación de calma mientras el grifo estaba abierto la hizo respirar tranquila por primera vez en el día, tristemente. Se mojó la cara varias veces y cuando la volvió a alzar para mirarse en el espejo vio que había alguien detrás de ella. Al principio le pareció un fallo que su cansado cerebro le transmitía a través de la vista, pero cuando se frotó los ojos y volvió a mirar, la imagen seguía allí. Cerró el grifo muy despacio, sin saber si quería darse la vuelta para comprobar lo que sus ojos le estaban diciendo, pero en algún momento tendría que salir del baño, y el reflejo de aquella mujer no desaparecía. Ni siquiera se movía del sitio. Tan sólo la miraba a través del espejo, esperando.
Nola tragó con dificultad. De repente se le había quedado la garganta seca por la impresión y estaba segura de que si intentaba hablar en ese estado no sería capaz de articular palabra, así que lubricó un poco sus cuerdas vocales antes de hacerlo.
–¿Hola?
Se sentía un poco tonta por lo que estaba haciendo. Ni siquiera sabía a ciencia cierta si esa persona estaba ahí realmente o era una jugarreta por el cansancio, pero actuaba por inercia. Aun así, la mujer no se movió. Alargó la mano para tocar el espejo y cerciorarse de que no había ningún truco en él. El reflejo le mostró cómo la otra alargaba también su mano hasta posarla sobre la de Nola, sintiendo de repente un intenso frío en sus dedos, solitarios sobre el cristal.
–¿Qué quieres? –preguntó con un hilo de voz.
Nadie respondió. La mujer arrastró los dedos por el brazo de la chica, haciendo que su piel se erizara por el frío. La sensación de ver algo que no estás viendo, y a la vez sentirlo, era abrumadora para ella. Un tremulo jadeo escapó de sus labios, llevando vaho con él. Una palabra se dibujó en su mente: descansar.
¿Descansar? ¿Se referiría a la persona que estaba viendo, o a ella misma? ¿Qué debía hacer para conseguirlo? Necesitaba más detalles. Armandose de valor, se dio la vuelta muy despacio para encarar al espectro que le hablaba en susurros silenciosos directos a su mente, pero cuando se hubo girado, la mujer no estaba. No había nadie detrás suyo, el frío había desaparecido, y nada en aquel cuarto de baño podía demostrar que alguna vez hubiese habido otra persona allí con ella. Volvió la vista al espejo tratando de encontrarla, sin éxito de nuevo. Se llevó una mano a la cabeza algo mareada, y se dio cuenta de que la tenía excesivamente fría. Se la colocó bajo el brazo contrario y salió del baño rápidamente. Se puso el pijama en un suspiro, se comió una de las chocolatinas que guardaba en el cajón de la mesita y se metió en la cama sin perder tiempo. No tardó ni dos minutos en dormirse, y la siguiente vez que abrió los ojos fue cuando el sol empezó a molestarla. Bostezó y se estiró, con un sabor extraño en el cuerpo, como si durante esa noche de sueño algo hubiese cambiado, pero sin saber exactamente el qué. Se acercó al baño a lavarse la cara, y los recuerdos de la noche anterior le volvieron de golpe cuando vio la marca de una mano sobre el espejo. Una mano que jamás se volvió a borrar de ahí. No mientras ella siguiera dentro de Nola.