25 ago 2011

Miradas al pasado I


¿Cuánto tiempo se tarda en olvidar al amor de tu vida? ¿Hay remedio para el dolor agonizante de una ruptura sin motivos? A veces utilizamos un roto para un descosido, sin darnos cuenta de que estamos ayudando a coser otro. Si la gente miráramos más allá de nuestro propio ombligo nos daríamos cuenta de muchas cosas, entre ellas que hay más gente en nuestra misma situación de la que nosotros pensamos, y que lo mismo está demostrando más fortaleza al no gritarlo a los cuatro vientos. Todo final de algo es traumático puesto que es un cambio en una rutina, hábito, o simplemente en nuestras vidas. El final de un curso, de una serie que nos tenga enganchados a la tele todas las semanas, de un ciclo menstrual… éste último es muy común. Deberíamos aceptar los cambios sin más, sin preguntarnos tantas veces por qué han llegado. Pero la mente humana, y en especial la femenina, es muy caprichosa y ansía saciar la curiosidad latente aunque sepamos que con la respuesta muchas veces viene el llanto de la mano. Pensar es malo (y puede llegar a dar dolor de cabeza).
Cuando crees que ya lo tienes todo bajo control siempre ocurre algo que te hace temblar las ideas y te saca del contexto cómodo que te habías creado tras un cambio traumático. Nos apegamos a una rutina para olvidar otra, y como somos tan impacientes nos conformamos con la primera que nos llene lo más mínimo, sin pensar en si será lo mejor a largo plazo. Y aunque por el camino nos surjan muchas dudas seguimos obcecados en que lo que hacemos es lo mejor. Por desgracia, el jarro de agua fría que nos hace abrir los ojos en esas situaciones suele ser tremendamente chocante, y casi siempre muy doloroso. ¿Por qué es tan difícil pasar página sin más cuando has dado tu vida por una época? Un hecho, una mirada, una palabra, un pensamiento, un sentimiento…
¿Por qué me duele tanto el corazón? ¿Por qué no puedo dejar de sufrir amargamente las consecuencias de mis actos o de los de los demás? Me empeño en seguir fijada en mis errores cuando debería estar viendo el campo abierto que a mi alrededor inunda la luz del sol. Si lograré verla o no es algo por lo que tengo que pelear, pero creo que eso, lo pensaré mañana.

24 ago 2011

Esclava incontrolada


Encadenada a una forma de ser que no puedo controlar, me paso los días esperando desesperada a que llegue algo de todo lo que busco. Quien mucho abarca poco aprieta, y yo no puedo evitar tratar de abarcar siete veces más de lo que podría llegar a apretar. ¿Por qué soy así? No tengo claro lo que busco para un final, pero sí tengo claro lo que quiero en cada momento, y me cueste lo que me cueste, voy a conseguirlo. Pasé muchos años sin saber lo que me gustaba, y ahora que lo sé no dudo en expresarlo y desearlo en voz alta y sin tapujos. Me gustan tantas cosas diferentes… deseo tanto de la vida… quiero tanto de este mundo… no sé decidirme por una cosa sola, y cuando estoy jugando con algo y se me presenta otro juguete igual de atractivo lloro indecisa por cuál de los dos acaparar. ¿Por qué no podré aferrarme a un ideal, a un estilo determinado? Ni siquiera sé cuál es mi tipo de chico. Estoy atrapada entre remolinos y vaivenes de alegres sentimientos que más que endulzarme la vida me la empalagan de tal concentración de emociones contradictorias y a la par tan semejantes. No sé por qué camino ando ni qué dirección llevo, si llegaré o no a algún destino firme un día, o si sabré decidir entre varios juguetes cuando se me pongan delante la próxima vez. Hasta ahora, lo único que tengo claro es:
Mi deseo: conseguir lo que deseo.
Mi estilo de vida: la música.
Mi miedo: llegar a aburrirme de alguna de estas dos cosas.

6 ago 2011

Jugar según las reglas

La vida de todo el mundo está cortada por el mismo patrón. No es dura, pero algunos nos emperramos en hacerla difícil. Las decisiones que tomamos son las que nos marcan el rumbo, y pueden darnos la vuelta y ponernos de cabeza o endulzarnos el camino que estamos andando. Esas pequeñas decisiones de cada uno condimentan nuestra existencia, y si no nos equivocamos al tomarlas podemos vivir una vida emocionante y satisfactoria.
Una de esas decisiones que tiene que tomar cada persona muchas veces a lo largo de su trayectoria, es si seguir el juego acatando las reglas sociales impuestas, o no. Llegar elegantemente tarde a una cita, sonreír constantemente mientras eres anfitrión de algún evento, acostarse temprano el fin de semana para hacer cosas por la mañana al día siguiente... ¿Dónde está estipulado que la casa se tenga que limpiar por la mañana temprano? ¿Qué pasa, que al igual que un gremlin si la mojas después de media noche se vuelve mala? Hay ciertas normas sociales estúpidas, pero por las que más nos comemos la cabeza son aquellas que si no seguimos nos acarreará un enorme cargo de conciencia, puesto que eso que estamos haciendo está mal visto (a ojos de algunos, claro).
Yo decidí hace mucho tiempo vivir según mis propias reglas, y si me salto alguna siempre puedo excusarme con la típica frase de "en mi pueblo se juega así". Además, las normas están hechas para saltárselas. Si todo el mundo las siguiéramos al pie de la letra el mundo sería un lugar insulso y carecería de sabor. La vida es un juego, y gana el que más puntos de felicidad consiga. No voy a dejar de intentar conseguir mis puntos de felicidad porque las reglas de otra persona dicten que no puedo pedirlos, ya que para eso la regla que hay en mi mundo es "chivo que no berrea, no mama". ¿No creéis que todos tenemos derecho a tratar de obtener aquello que deseamos? Aquel que no nos lo quiera conceder está en su derecho, puesto que, ya que estamos con frases hechas, "ante el vicio de pedir, la virtud de no dar".
Y tengo que decir que desde que me acogí a esa religión, ha dejado de sentarme mal no conseguir lo que quiero, puesto que nunca me quedo con la incertidumbre de no saber si habría podido lograrlo. ¿Sale más provechoso jugar según las reglas de todo el mundo o según las tuyas propias? ¿Seremos capaces de controlar nuestras reglas para no dañar a quien no queramos? ¿Podríamos ser capaces de conseguir todo lo que nos propongamos?

4 ago 2011

La maldición de los ojos azules

En toda buena película de terror japones hay varios factores importantes para que el resultado sea un miedo psicológico que nos haga seguir pensando en esas escenas durante días. ¿Qué es lo que tiene la vida diaria para causar ese mismo efecto, y conseguir que nos pasemos las horas muertas pensando en algo acontecido en algún momento nada especial? ¿Es algo que buscamos? ¿Es algo que no esperamos pero encontramos con ilusión? ¿Algo que nos sorprende? ¿Algo que necesitamos? 
Lo que está claro es que dependiendo de nuestro estado de ánimo, y por supuesto, de nuestra visión personal de nuestro mundo (de lo que trata este blog), necesitaremos unas u otras cosas para darle ese pequeño toque de sabor a la vida. Llevo un par de semanas navegando sin rumbo en un mar rojo en el que me encuentro perdida y hallada, incomoda y reconfortada, importante y banal. El único punto de referencia siempre han sido esos dos faros azules, que no siempre me ayudaban a encontrar el camino, sino que me guiaban para perder la cabeza. Sin saber qué hacer, qué pensar o qué debía decir, mi cuerpo se conecta a masa y actúa por inercia. ¿Y qué es lo que busca principalmente? Llamar la atención. Es el mayor de mis problemas cuando mi mente no controla al 100% las reacciones de mi cuerpo.
Si deseas algo con mucha fuerza puedes conseguirlo. Los sueños pueden hacerse realidad con suficientes ganas. Me pasé tanto tiempo soñando con ese momento, con que llegara, que cuando apareció ante mí me obnubilé de tal forma que no reaccioné bien. No recuerdo muchos detalles, tan sólo la sensación de estar reviviendo el sueño que rondaba por mi cabeza, pero en mis propias carnes. Claro que lo sentí, claro que lo viví, claro que aún se me estremece el cuerpo al pensar en ese momento en que fui dueña del mundo, en que lo conseguí todo. Y ahora ese recuerdo es uno de los más dulces que tendré rondándome por los labios durante mucho tiempo. 
No puedes forzar un sueño a que se cumpla. No puedes buscarlo. Tiene que venir, y estar igual de dispuesto a realizarse que tu a seguir soñando una vez que termine. Pues la vida son los sueños, y los sueños sueños son. Bienvenidos a los sueños de Hanako ;)

2 ago 2011

Aventura sobre ruedas

Bueno queridos lectores, debo empezar haciendo referencia a una entrada antigua en la que aseguraba que mi moto me daba cosas que los hombres no. Bien pues despues de la siguiente historia tengo una cosa más que añadir a la lista. Empezaré por el principio ahora que ya he dejado entrever parte del final.

Todo se remonta a mi más tierna infancia, desde que tengo uso de razón podría decir. Nunca he sido una persona con una gran autoestima, ni he sabido presumir de lo que tengo. Al principio pensaba que ambas cosas van de la mano, pero al final ya he dado por sentado que soy yo la que falla.... (u.u) Siempre me pasaba lo mismo, cuando había algo de lo que pudiera presumir nunca encontraba el momento para hacerlo, y cuando por fin forzaba yo ese momento, siempre pasaba algo que me hacía quedar más en ridiculo y con una puntuación peor que antes de levantar mis cartas. Así pues nunca me sentía segura a la hora de alardear de mis logros, de mis premios o de nada de lo que tenía en general. Esa mala suerte, que algunos pueden llamar Ley de Murphy, me sigue persiguiendo hasta el dia de hoy. Siempre que he querido impresionar a un chico con uno de mis puntos fuertes, se torcía dejándome muy por debajo, allí en el suelo donde a nadie se le ocurre siquiera barrer...

Esta es mi historia de hoy. He llegado al pueblo con mi pequeña avispita para dejarla aqui reposando mientras yo hago los viajes pertinentes por lo largo y ancho de este mundo, y ¿qué se me ha ocurrido? subir a ver a mi madre con ella. La tarde estaba cargada pero no parecía tener pinta de queres llover demasiado. Un par de nubes soltaron cuatro gotas, por lo que me confié. ¿Por qué no me daría por pensar que si lo que quería era impresionar a alguien, por supuesto que saldría mal? De cara al mundo, mi cometido era llevar un importantísimo panfleto a mi progenitora. La realidad es que quería jugar con las opciones azarosas de cruzarme con mi principe rojo...
La tarde transcurría bien. Llovió un par de veces, pero en cuanto escampó, aunque ya hubiese oscurecido, me subí a la moto y arranqué hacia el lugar donde debería pasar la noche.
Los relámpagos iluminaban parcialmente la atmósfera por varios sitios distintos frente a mi, a lo lejos. El tronar de una tormenta se confundía con el rugido de mi poderoso vehículo, y el asfalto se fundía con sus gomas...... sin apenas notarlo el viento había traido la desgracia hasta ese punto de la carretera. El viento intermitente me puso la moto en más de una ocasión en alguna que otra posición inverosímil para el pequeño medio de transporte. Estoy segura de que hubiese podido trepar por una pared tranquilamente con uno de esos vandazos de aire. Le susurraba a mi moto como si así el meneo se calmara, y con esa mezcla de noche, oscuridad, agua y viento, acabé parada debajo de un puente, al abrigo de la nada, llamando mientras luchaba por no tiritar a alguien que pudiera sacarme de alli. Con más frío que un perrino chico y sin opción a moverme a más de 30 km/h por la autovía, aguardé a que vinieran a buscarnos. Pero tengo que decir que en ningún momento de la tormenta pasé miedo. La adrenalina me mantenía tan concentrada en la carretera que no pensaba en las innumerables posibilidades de patinar que tenía. Ahora si, cuando llegando al pueblo vi que la puerta de la furgoneta donde traíamos a mi pequeña estaba abierta, pasé autentico terror por si se caía en el camino.

Ya lo veis, ningún hombre me habría hecho pasar el rato tan emocionante que pasé con mi moto, perdidas en mitad de una autovía, sin posibilidades de movernos ni de continuar, nada más que de mojarnos. Seguro que si me hubiese pasado con un chico en lugar de una moto, en lugar de verlo como una aventura ahora lo estaría viendo como una putada xD