2 ago 2011

Aventura sobre ruedas

Bueno queridos lectores, debo empezar haciendo referencia a una entrada antigua en la que aseguraba que mi moto me daba cosas que los hombres no. Bien pues despues de la siguiente historia tengo una cosa más que añadir a la lista. Empezaré por el principio ahora que ya he dejado entrever parte del final.

Todo se remonta a mi más tierna infancia, desde que tengo uso de razón podría decir. Nunca he sido una persona con una gran autoestima, ni he sabido presumir de lo que tengo. Al principio pensaba que ambas cosas van de la mano, pero al final ya he dado por sentado que soy yo la que falla.... (u.u) Siempre me pasaba lo mismo, cuando había algo de lo que pudiera presumir nunca encontraba el momento para hacerlo, y cuando por fin forzaba yo ese momento, siempre pasaba algo que me hacía quedar más en ridiculo y con una puntuación peor que antes de levantar mis cartas. Así pues nunca me sentía segura a la hora de alardear de mis logros, de mis premios o de nada de lo que tenía en general. Esa mala suerte, que algunos pueden llamar Ley de Murphy, me sigue persiguiendo hasta el dia de hoy. Siempre que he querido impresionar a un chico con uno de mis puntos fuertes, se torcía dejándome muy por debajo, allí en el suelo donde a nadie se le ocurre siquiera barrer...

Esta es mi historia de hoy. He llegado al pueblo con mi pequeña avispita para dejarla aqui reposando mientras yo hago los viajes pertinentes por lo largo y ancho de este mundo, y ¿qué se me ha ocurrido? subir a ver a mi madre con ella. La tarde estaba cargada pero no parecía tener pinta de queres llover demasiado. Un par de nubes soltaron cuatro gotas, por lo que me confié. ¿Por qué no me daría por pensar que si lo que quería era impresionar a alguien, por supuesto que saldría mal? De cara al mundo, mi cometido era llevar un importantísimo panfleto a mi progenitora. La realidad es que quería jugar con las opciones azarosas de cruzarme con mi principe rojo...
La tarde transcurría bien. Llovió un par de veces, pero en cuanto escampó, aunque ya hubiese oscurecido, me subí a la moto y arranqué hacia el lugar donde debería pasar la noche.
Los relámpagos iluminaban parcialmente la atmósfera por varios sitios distintos frente a mi, a lo lejos. El tronar de una tormenta se confundía con el rugido de mi poderoso vehículo, y el asfalto se fundía con sus gomas...... sin apenas notarlo el viento había traido la desgracia hasta ese punto de la carretera. El viento intermitente me puso la moto en más de una ocasión en alguna que otra posición inverosímil para el pequeño medio de transporte. Estoy segura de que hubiese podido trepar por una pared tranquilamente con uno de esos vandazos de aire. Le susurraba a mi moto como si así el meneo se calmara, y con esa mezcla de noche, oscuridad, agua y viento, acabé parada debajo de un puente, al abrigo de la nada, llamando mientras luchaba por no tiritar a alguien que pudiera sacarme de alli. Con más frío que un perrino chico y sin opción a moverme a más de 30 km/h por la autovía, aguardé a que vinieran a buscarnos. Pero tengo que decir que en ningún momento de la tormenta pasé miedo. La adrenalina me mantenía tan concentrada en la carretera que no pensaba en las innumerables posibilidades de patinar que tenía. Ahora si, cuando llegando al pueblo vi que la puerta de la furgoneta donde traíamos a mi pequeña estaba abierta, pasé autentico terror por si se caía en el camino.

Ya lo veis, ningún hombre me habría hecho pasar el rato tan emocionante que pasé con mi moto, perdidas en mitad de una autovía, sin posibilidades de movernos ni de continuar, nada más que de mojarnos. Seguro que si me hubiese pasado con un chico en lugar de una moto, en lugar de verlo como una aventura ahora lo estaría viendo como una putada xD

1 comentario:

Hi hi!! Dejad vuestros comentarios aquí y seguiré escribiendo cosas que os gusten a todos. Saludos desde el mundo de Hanako! (^-^)