6 ago 2011

Jugar según las reglas

La vida de todo el mundo está cortada por el mismo patrón. No es dura, pero algunos nos emperramos en hacerla difícil. Las decisiones que tomamos son las que nos marcan el rumbo, y pueden darnos la vuelta y ponernos de cabeza o endulzarnos el camino que estamos andando. Esas pequeñas decisiones de cada uno condimentan nuestra existencia, y si no nos equivocamos al tomarlas podemos vivir una vida emocionante y satisfactoria.
Una de esas decisiones que tiene que tomar cada persona muchas veces a lo largo de su trayectoria, es si seguir el juego acatando las reglas sociales impuestas, o no. Llegar elegantemente tarde a una cita, sonreír constantemente mientras eres anfitrión de algún evento, acostarse temprano el fin de semana para hacer cosas por la mañana al día siguiente... ¿Dónde está estipulado que la casa se tenga que limpiar por la mañana temprano? ¿Qué pasa, que al igual que un gremlin si la mojas después de media noche se vuelve mala? Hay ciertas normas sociales estúpidas, pero por las que más nos comemos la cabeza son aquellas que si no seguimos nos acarreará un enorme cargo de conciencia, puesto que eso que estamos haciendo está mal visto (a ojos de algunos, claro).
Yo decidí hace mucho tiempo vivir según mis propias reglas, y si me salto alguna siempre puedo excusarme con la típica frase de "en mi pueblo se juega así". Además, las normas están hechas para saltárselas. Si todo el mundo las siguiéramos al pie de la letra el mundo sería un lugar insulso y carecería de sabor. La vida es un juego, y gana el que más puntos de felicidad consiga. No voy a dejar de intentar conseguir mis puntos de felicidad porque las reglas de otra persona dicten que no puedo pedirlos, ya que para eso la regla que hay en mi mundo es "chivo que no berrea, no mama". ¿No creéis que todos tenemos derecho a tratar de obtener aquello que deseamos? Aquel que no nos lo quiera conceder está en su derecho, puesto que, ya que estamos con frases hechas, "ante el vicio de pedir, la virtud de no dar".
Y tengo que decir que desde que me acogí a esa religión, ha dejado de sentarme mal no conseguir lo que quiero, puesto que nunca me quedo con la incertidumbre de no saber si habría podido lograrlo. ¿Sale más provechoso jugar según las reglas de todo el mundo o según las tuyas propias? ¿Seremos capaces de controlar nuestras reglas para no dañar a quien no queramos? ¿Podríamos ser capaces de conseguir todo lo que nos propongamos?

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