Esta se supone que iba a haber sido una entrada alegre,
llena de optimismo y de la más pura esencia de mi mundo. Pero a veces parece
que cuantas más ganas tienes de sonreír más obstáculos se te ponen por delante.
La noche es preciosa, cálida, la luna brilla increíble en el cielo, y todo
parece tener un matiz de plata en el campo. Y aquí me ves, conduciendo a las
doce de la noche yo sola de camino de vuelta a mi casa, y con la única
sensación amarga en la boca de haber malgastado el dinero que éste viaje
conllevaba y mi tiempo. Vuelta a empezar: sin un sitio donde caerme muerta ni
dinero para poder conseguirlo, voy vagando día a día para ver donde consigo
encontrar cobijo cada noche y llegar hasta el día siguiente. Me han quitado de
un plumazo el único apoyo que yo tenía en el que más necesitaba fuera de mi
ambiente tradicional. Solo tengo ganas de encerrarme, de no ver a nadie, y de
esperar a que se me pase apoyándome en mi mundo, en la música y en mi gata, que
son las únicas cosas que sé que no me fallarán.
Las líneas blancas de
la carretera son cada vez más monótonas y los reflectantes de los lados parece
que se burlen de mí pasando una y otra vez. ¿No se acaba nunca el camino? ¿No
termina nunca este viaje? Una ilusión destrozada, un sentimiento roto, y una
esperanza desvanecida.
¿Seguro que es por aquí? Ni siquiera me suena el camino. Voy
tan perdida en mis pensamientos, en mis recuerdos y en mi dolor que no voy
pendiente de donde voy pisando. Y mientras tanto, sin poder comunicarme con los
demás pero con ganas de gritarle al mundo lo que siento, van pasando los
minutos uno por uno hasta que el llanto termine por llevarse la agonía de éste
momento. No, no quiero recordar, recordar duele. Quiero olvidar, mirar hacia
delante, sonreír, y pensar en otra cosa. Y no volver a mentar nunca más esto. No
volver a hacer cuenta de ello, y sobre todo, no volver a vivirlo. ¿Cuántas
veces tendré que pegarme contra la misma pared para darme cuenta de que está
ahí?
Me veo obligada a dejar la batucada, que es algo que me
servía de mucho apoyo y que me encantaba. Algo con lo que me abría gustado
contar por mucho tiempo. Y ahora tengo que perderlo. La gente de allí, los
ratos, las vivencias, el príncipe rojo… hoy había vuelto a sentir esa conexión
mágica entre los 2. Estaba pletórica, me había llenado de vida, de alegría. Me
encantaba esa sensación poderosa de ser la dueña del mundo, de poder conseguir
lo que quiera. Bueno, de momento creo que pasará algún tiempo hasta que vuelva
a sentirlo allí en Hervás.
Duele tanto pensar… hace tiempo encontré un sistema para
dejar de pensar en alguien a través de sus imágenes en el ordenador. Guardé
todo lo relacionado con esa persona en una carpeta, la escondí y jamás la he
vuelto a ver. Ahora ni siquiera recuerdo dónde está guardada. Desearía poder
hacer eso con los recuerdos que tengo en mi mente, con todo aquello que duele.
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