18 sept 2011

A mi pequeña gakusei

Soy friki, no puedo evitarlo. Es algo que me apasiona y que me encanta. Me gusta engancharme a una serie de dibujos animados japoneses en los que a los chicos les sangra la nariz cuando se excitan, se ensalzan en exceso cosas tales como el compañerismo y la amistad, o las expresiones de las caras son puros emoticonos extremadamente exagerados. Me gusta acabar un capitulo y buscar en internet cosas sobre aquello que acabo de ver, fotos, historias, comentarios... y me gusta imitar a mis personajes favoritos y reírme largo y tendido de esas imitaciones con alguien que las pueda llegar a entender. También me gusta contarles a aquellos que no las siguen las historias de mis anime favoritos, y todo aquello que va pasando a medida que los voy viendo.
Siempre que trato estos temas con la gente que tengo a mi alrededor, que generalmente no tiene la misma mentalidad que yo, descargo una cantidad enorme de energía que me produce un intenso placer emocional. Euforia, locura, alegría... al sentirme así de hiperactiva me siento feliz. Y esas pequeñas raciones de felicidad friki las he venido teniendo en sobres monodosis desde hace mucho tiempo, pues aunque estimo mucho a mis compañeros de trabajo, aquellos con los que paso la mayor parte de mi tiempo actualmente, no pueden aportarme apenas nada nuevo sobre la materia (que a todo esto, me encanta ser siempre la que más sabe sobre ese tema en mi grupo). No ha sido hasta que hace poco he conectado del todo con mi pequeña gakusei, una frikaza en toda regla con la que podría pasarme días enteros sin dejar de derrochar esa energía, y siempre querer más. Aunque ella es quien me ha vuelto a encaminar por la senda del anime, me considera su sensei, y opina que tengo aún mucho que enseñarle. Bueno, ¡procuraré estar a la altura del elogio! ;)


Nena, tu eres mi Naruta, ya lo sabes. Pero ¡contigo tengo que llegar a sacar el chakra del Kyubi para sobrevivir!


Soy una persona que adapta su estado de ánimo a aquel anime que esté viendo, o a aquel libro que esté leyendo (prueba de ello la pueden dar mis amig@s, de la primera vez que vi Excel Saga, manga del que saqué mi pseudo). Y ahora mismo, tal como los personajes de mi serie, solo quiero superarme y mostrar mi valía. A mi gakusei es a la que tendréis que recriminar mi excesiva energía, mis expresiones en japones y mis actuaciones típicas de muñeca manga. Pero bueno, yo soy feliz así, y le agradezco mucho a esta chica que me haya sacado de mi letargo friki, en el que suelo caer (no con mucha frecuencia) siempre que tengo un parón de material.
Así, dedico esta entrada a hacer a mi gakusei sentirse importante, porque sé que es una de las personas que siempre procuran leer las novedades de mi mundo aunque no pueda, y que suele comentar, ya sea en los tablones o en persona, mucho de lo que escribo. ¡Te mando un besazo desde el Mundo de Hanako! ^^

11 sept 2011

09/09/2011


Esta se supone que iba a haber sido una entrada alegre, llena de optimismo y de la más pura esencia de mi mundo. Pero a veces parece que cuantas más ganas tienes de sonreír más obstáculos se te ponen por delante. La noche es preciosa, cálida, la luna brilla increíble en el cielo, y todo parece tener un matiz de plata en el campo. Y aquí me ves, conduciendo a las doce de la noche yo sola de camino de vuelta a mi casa, y con la única sensación amarga en la boca de haber malgastado el dinero que éste viaje conllevaba y mi tiempo. Vuelta a empezar: sin un sitio donde caerme muerta ni dinero para poder conseguirlo, voy vagando día a día para ver donde consigo encontrar cobijo cada noche y llegar hasta el día siguiente. Me han quitado de un plumazo el único apoyo que yo tenía en el que más necesitaba fuera de mi ambiente tradicional. Solo tengo ganas de encerrarme, de no ver a nadie, y de esperar a que se me pase apoyándome en mi mundo, en la música y en mi gata, que son las únicas cosas que sé que no me fallarán.
 Las líneas blancas de la carretera son cada vez más monótonas y los reflectantes de los lados parece que se burlen de mí pasando una y otra vez. ¿No se acaba nunca el camino? ¿No termina nunca este viaje? Una ilusión destrozada, un sentimiento roto, y una esperanza desvanecida.
¿Seguro que es por aquí? Ni siquiera me suena el camino. Voy tan perdida en mis pensamientos, en mis recuerdos y en mi dolor que no voy pendiente de donde voy pisando. Y mientras tanto, sin poder comunicarme con los demás pero con ganas de gritarle al mundo lo que siento, van pasando los minutos uno por uno hasta que el llanto termine por llevarse la agonía de éste momento. No, no quiero recordar, recordar duele. Quiero olvidar, mirar hacia delante, sonreír, y pensar en otra cosa. Y no volver a mentar nunca más esto. No volver a hacer cuenta de ello, y sobre todo, no volver a vivirlo. ¿Cuántas veces tendré que pegarme contra la misma pared para darme cuenta de que está ahí?
Me veo obligada a dejar la batucada, que es algo que me servía de mucho apoyo y que me encantaba. Algo con lo que me abría gustado contar por mucho tiempo. Y ahora tengo que perderlo. La gente de allí, los ratos, las vivencias, el príncipe rojo… hoy había vuelto a sentir esa conexión mágica entre los 2. Estaba pletórica, me había llenado de vida, de alegría. Me encantaba esa sensación poderosa de ser la dueña del mundo, de poder conseguir lo que quiera. Bueno, de momento creo que pasará algún tiempo hasta que vuelva a sentirlo allí en Hervás.
Duele tanto pensar… hace tiempo encontré un sistema para dejar de pensar en alguien a través de sus imágenes en el ordenador. Guardé todo lo relacionado con esa persona en una carpeta, la escondí y jamás la he vuelto a ver. Ahora ni siquiera recuerdo dónde está guardada. Desearía poder hacer eso con los recuerdos que tengo en mi mente, con todo aquello que duele.

5 sept 2011

¡Pero no toques! ¿Por qué tocas?

Este no ha sido un verano especial, ni destacable por sus viajes a destinos exóticos, ni llamativo por sus acontecimientos, ni recordable por absolutamente nada extraordinario. Ha sido un verano normal. Dentro de diez años no miraré atrás para recordar la fecha de este año por nada en concreto, pero todas las pequeñas cosas que me han pasado en estos meses estivales merecen la pena ser mentadas individualmente durante mucho tiempo. Y la mayor parte de las gracias se las tengo que dar a mis amigas de toda la vida, quienes han estado ahí (unas más y otras menos, de cuerpo presente o vía redes sociales), para darme apoyo, ánimo, diversión, e incluso quebraderos de cabeza. Las quiero con locura, y a día de hoy si me lo pidieran estoy segura de que podría llegar a dar la vida por ellas. Son las mejores, y siempre están ahí para cuando las necesite. Me he dado cuenta de que dentro de mi cabeza descontrolada tengo una vena trastornada que no deja de idear locuras de última hora, que como bien pensamos en el grupo, son siempre las mejores. Y la suerte que tengo es que siempre puedo contar con alguna parte de ese grupo para llevarlas a cabo. Viajes, compras, excursiones, cenas o proyectos increíbles y fuera de contexto que sólo apoyarían personas con la misma enajenación mental que yo. Y están ahí para apoyarme con ellos. ¿Qué más puedo pedir?
No me olvido de un nuevo grupo de amistades potenciales que ha surgido entre medias de las horas de trabajo hostelero que he brindado este agosto. Un grupo en el que he sido tan bien acogida que me ha llegado a dar miedo no estar a la altura de lo que me ofrecían. Gente tan diferente a la que estoy acostumbrada a tratar, y a la vez tan de mi estilo... he de darles las gracias por cuidarme durante las cortas noches de este atareado mes, y por darme la oportunidad de abrir mis fronteras allá por el norte de mi tierra. La batucada, las fiestas de San Mandril, las tardes de paseos por el pueblo... me han dado una vida que jamás pensé que pudiera llegar a encontrar en ese sitio.
Espero que mi madre haya disfrutado tanto con mi compañía en su casa como yo con la suya. Hacía mucho tiempo que no tenía esta unión con ella y me alegro de veras de que podamos volver a disfrutarla. No me ha costado nada pasarme mis vacaciones trabajando para ayudarla, ya que ahora creo que sí se lo merece. Y aunque dudo que en mucho tiempo pueda volver a meterme en la cocina con ella, lo echaré de menos tanto como nuestra tradición de ir al spa después de la temporada de fiestas.
Estoy feliz con la vida que tengo y con la gente que he elegido para acompañarme en ella. Sin ellos no sería lo que soy, y aunque hay gente importante a la que no he mentado en esta entrada, ellos saben que pertenecen al maravilloso mundo de Hanako Dosukoi. :)