11 ago 2012

Odisea de un sábado por la mañana

Desde hace unas semanas ya, vuestra querida amiga Hanako no es capaz de descansar bien. La vida en pareja es agotadora, y más cuando se compagina con una vida diaria muy activa y que conlleva mucho desgaste físico, como es mi caso en este nuevo trabajo. Todos los días me harto de correr por las mañanas, y desde que mi niño está conmigo no duermo apenas siestas. Así llega un viernes en el que por fin puedo pasarme la tarde durmiendo y descansando, con el ventilador pegado a mi cama y soñando con dulces angelitos. Hacía tanto tiempo que no podía pegarme una siesta de esas...
Al llegar la noche, y con ella mi niño, como siempre me pasa, no tenía sueño, por lo que tardé en conciliarlo y poder dormir. Así ha sido que esta mañana de nuevo me haya costado levantarme de la cama... u.u aún a sabiendas de todas las cosas que tenía que hacer hoy. Ha sido una de esas mañanas que cuando al fin decides abrir los ojos, piensas en todo lo que te espera a lo largo del día, y acto seguido te enganchas al móvil para no levantarte de la cama. Todo tipo de redes sociales, whatsapp (comunmente conocido como "wasap"), y tras eso un capítulo de anime con la excusa de que tengo que desayunar algo, y al fin, después de todo, (casi a las 12 ya), decido salir a comprar al mercadona. Le tengo cerca de casa, pero como tenía que traer cosas pesadas decidí llevarme el coche y así de paso lo limpiaba un poco en la gasolinera de al lado.
Ha sido pasar las puertas de cristal del supermercado, y desear quedarme allí hasta que cerraran por la noche. Vueltas inútiles, pasar varias veces por el mismo pasillo, y fingir que decidía entre si llevarme o no alguna cosa que me parara a mirar, y he recuperado fuerzas para salir a la calle de nuevo. Aunque más que recuperar fuerzas ha sido más bien que ya no me acordaba del bochorzano que me esperaba fuera...
No pasaba nada, aún me quedaba ir a lavar el coche. Diviso al fondo los boxes de lavado, me introduzco con mi flamante pero lleno de mierda vehículo, lo vuelvo a colocar unas dos veces porque no atinaba a dejarlo centrado en el sitio, y me pongo a investigar la máquina. La pistola de agua tenía gatillo, lo cual me encanta porque como soy medio inútil con esas mangueras a presión así puedo decidir cuando tiro agua y cuando no. Cuatro opciones distintas por las que ir pasando, que se traducen en cuatro vueltas al coche pistola en mano. ¡Qué bonito y brillante mi flamante vehículo negro todo mojado! Y ahora, a aspirarlo... aunque desde el box de lavado no se veía la aspiradora y tenía un coche esperando para entrar donde yo iba a salir, me obligaban a salir directamente de la gasolinera y no me daba juergo para nada más. Así que me dije que ya lo aspiraría más adelante.
Llego al fin a mi casa, aparco el coche en una sombra de estas que hay pocas en mi calle y que están todas omega lejos de mi bloque, y me preparo para coger la compra del asiento de atrás. Me estoy quejando en voz alta de que tras dos euros de agua y jabón a presión, cera caliente y agua osmosinoseque que hacía que se secara sin huellas, las marcas de los goterones de barro que llueven en esta isla no se habían quitado, cuando un coche pasa a mi lado. El hombre que conducía, con aspecto de gay pijo, baja la ventanilla del copiloto, la que estaba más acercada a mí, y me llama la atención. Lo primero que me dice es que me ha visto lavando el coche en la gasolinera. 
"Oh mierda, algo se me ha olvidado en la gasolinera, o algo he hecho mal, o ya verás tú lo que me dice ahora éste hombre."
Nada más lejos de la realidad. Continúa diciendo que llevo el tatuaje más bonito que ha visto nunca. Los que me conocen lo han visto, llevo en el muslo izquierdo un tribal que hace las veces de liga, atado atrás con un lazo que lleva una llave antigua, y coronado alante con una clave de sol. El señor del coche caro me dijo que era muy sugerente y que le había gustado mucho, y su tono denotaba un anonadamiento bastante grande, mientras yo reía nerviosa y no paraba de darle las gracias por el cumplido. Se me presenta, me dice que vive en el barrio, y ahí acaba todo. Mientras cojo la compra con una sonrisa triunfal en la cara y un ego renovado, voy canturreando hacia mi casa lo que me acaba de pasar, cuando veo volver el coche del señor caro, digo... el señor del coche caro, que había dado la vuelta y se marchaba. ¿Habría ido hasta allí sólo para decirme lo del tatuaje? ¿Qué intenciones tenía? ¿Qué le había llevado a actuar así? Estas son las inexplicables cosas que ocurren día tras día en el mundo de Hanako.