10 feb 2019

Reto 3

Reto 3: tu protagonista se mira al espejo y ve algo que no debería estar ahí.

Otro día agotador en la agetreada vida de Nola, como casi todos últimamente. Su jornada laboral había empezado a las ocho de la mañana, justamente dos horas después de levantarse, y acababa de terminar mucho tiempo después de que se pusiera el sol. Empezaba a notar los efectos del agotamiento en el cuerpo; falta de concentración, leves mareos, dolores de cabeza, todo aderezado con los continuos dolores musculares pertinentes. No podría seguir así por mucho más tiempo, pronto ese estilo de vida empezaría a pasarle factura.
Cerró la puerta de su modesto apartamento y se apoyó en ella un momento antes de comenzar con el ritual de quitarse el abrigo, los tacones y el moño. Se acercó al baño para lavarse la cara y las manos, esperando que el agua lograra espabilarla lo suficiente como para llegar a la hora de la cena con los ojos abiertos. La sensación de calma mientras el grifo estaba abierto la hizo respirar tranquila por primera vez en el día, tristemente. Se mojó la cara varias veces y cuando la volvió a alzar para mirarse en el espejo vio que había alguien detrás de ella. Al principio le pareció un fallo que su cansado cerebro le transmitía a través de la vista, pero cuando se frotó los ojos y volvió a mirar, la imagen seguía allí. Cerró el grifo muy despacio, sin saber si quería darse la vuelta para comprobar lo que sus ojos le estaban diciendo, pero en algún momento tendría que salir del baño, y el reflejo de aquella mujer no desaparecía. Ni siquiera se movía del sitio. Tan sólo la miraba a través del espejo, esperando.
Nola tragó con dificultad. De repente se le había quedado la garganta seca por la impresión y estaba segura de que si intentaba hablar en ese estado no sería capaz de articular palabra, así que lubricó un poco sus cuerdas vocales antes de hacerlo.
–¿Hola?
Se sentía un poco tonta por lo que estaba haciendo. Ni siquiera sabía a ciencia cierta si esa persona estaba ahí realmente o era una jugarreta por el cansancio, pero actuaba por inercia. Aun así, la mujer no se movió. Alargó la mano para tocar el espejo y cerciorarse de que no había ningún truco en él. El reflejo le mostró cómo la otra alargaba también su mano hasta posarla sobre la de Nola, sintiendo de repente un intenso frío en sus dedos, solitarios sobre el cristal.
–¿Qué quieres? –preguntó con un hilo de voz.
Nadie respondió. La mujer arrastró los dedos por el brazo de la chica, haciendo que su piel se erizara por el frío. La sensación de ver algo que no estás viendo, y a la vez sentirlo, era abrumadora para ella. Un tremulo jadeo escapó de sus labios, llevando vaho con él. Una palabra se dibujó en su mente: descansar.
¿Descansar? ¿Se referiría a la persona que estaba viendo, o a ella misma? ¿Qué debía hacer para conseguirlo? Necesitaba más detalles. Armandose de valor, se dio la vuelta muy despacio para encarar al espectro que le hablaba en susurros silenciosos directos a su mente, pero cuando se hubo girado, la mujer no estaba. No había nadie detrás suyo, el frío había desaparecido, y nada en aquel cuarto de baño podía demostrar que alguna vez hubiese habido otra persona allí con ella. Volvió la vista al espejo tratando de encontrarla, sin éxito de nuevo. Se llevó una mano a la cabeza algo mareada, y se dio cuenta de que la tenía excesivamente fría. Se la colocó bajo el brazo contrario y salió del baño rápidamente. Se puso el pijama en un suspiro, se comió una de las chocolatinas que guardaba en el cajón de la mesita y se metió en la cama sin perder tiempo. No tardó ni dos minutos en dormirse, y la siguiente vez que abrió los ojos fue cuando el sol empezó a molestarla. Bostezó y se estiró, con un sabor extraño en el cuerpo, como si durante esa noche de sueño algo hubiese cambiado, pero sin saber exactamente el qué. Se acercó al baño a lavarse la cara, y los recuerdos de la noche anterior le volvieron de golpe cuando vio la marca de una mano sobre el espejo. Una mano que jamás se volvió a borrar de ahí. No mientras ella siguiera dentro de Nola.

3 feb 2019

Érase una mañana...

Reto 2: escribir un relato sin ningún adverbio -mente.

El monstruo salió de debajo de la cama. Estaba muy oscuro, pero la luz empezaba a filtrarse por la ventana. Se sacudió el polvo que acababa de coger y se dirigió a la otra cama, llamando al unicornio que descansaba enredado en las sábanas.
–¡Eh! Ya se han ido.
La cabeza rosa apareció por el borde antes de hablar.
–¡Menudo despertar el de hoy! Se nota que es lunes... Yo creía que mamá iba a explotar.
La enorme serpiente de peluche apareció entre ambos.
–Anoche se acostaron muy tarde, es normal que hoy les cueste levantarse.
–¿Vosotros creéis que llegarán a tiempo?
Los tres muñecos se miraron durante unos segundos y respondieron al unísono.
–No...
–¡Vamos chicos! ¡Que va a empezar la serie!
La muñeca de Ladybug les apremiaba a salir de la habitación y congregarse alrededor de la televisión para disfrutar de su show, que en realidad a todos tenía enganchados.
–Es maravillosa... –decía el muñeco de Cat Noir, compañero de caja de la super heroína, ensoñador como cada día.
–Lo sé –contestó la aludida recreándose en su personaje.
–Eh, pero este capítulo ya le hemos visto.
–Sí, no hacen más que repetirlos...
El resto de juguetes se quejaban por volver a ver las mismas aventuras una y otra vez, pero los protagonistas seguían inmersos en el programa, recitando palabra por palabra los diálogos de sus personajes con sumo placer. Algunos más se quedaron hasta el final, otros se dispusieron a buscar entretenimiento alternativo.
Mientras el nenuco y el unicornio hacían un puzzle, varios peluches seguían enfrascados en la programación televisiva matutina, y otro de los bebés hacia una torre con los bloques. Una mañana normal en esa casa. De pronto la puerta sonó. Alguien estaba abriendo la cerradura. Todos los muñecos se quedaron estáticos, hasta que la serpiente de peluche gritó:
–¡Alerta humano!
Todos corrieron lo más rápido que pudieron, escondiéndose en cualquier hueco que pillaran. Debajo de los sillones, entre los cojines, detrás del mueble del salón... ¡Qué desgracia! Papá había vuelto antes de tiempo del trabajo y ahora no sabían cómo salir de ésta.
–¡Vaya! Ya han vuelto a dejar los bloques sin recoger –se quejaba mientras los apartaba con el pie para poder pasar.
El hombre se sentó en el sofá una vez dejó todo lo que traía en las manos, encendió de nuevo la tele y se relajó tras su día de duro trabajo. El monstruo miraba a los bebés, que se escabullían hacia sus cajones con cuidado de no ser vistos. El oso de peluche esperó el momento en que sacó el móvil para contestar unos mensajes, y se marchó a su estantería también. Ladybug, que estaba justo bajo papá, asomando entre sus pies, y cuando Cat Noir la vio casi entra en pánico. Empezó a gesticular con energía y a dar graciosos saltitos de un lado a otro del pasillo, hasta que se resbaló y cayó al suelo, provocando un ruidito. Papá se extrañó, le había parecido oír algo en el pasillo, pero como el ruido no se repitió, volvió a acomodarse en el sillón y siguió viendo su telenovela. Los juguetes que quedaban fuera de sus sitios respiraron aliviados en ese momento. Entonces, el caótico super héroe se asomó por la puerta y, con determinación y banda sonora heroica en su cabeza, le hizo un gesto a su compañera para que estuviera pendiente de él, causaría una distracción para que ella pudiera salir corriendo de allí.
No se lo pensó dos veces. Cogió carrerilla, apretó los puños y salió disparado hacia el sillón de papá. No se dio cuenta del libro que había en el suelo, mal apoyado sobre un bloque haciendo de balancín, por el que en ese momento pasaba el gato. El gato. El enemigo acérrimo de los juguetes. Por mucho que pudiera considerarle "familia animal", ese gato siempre se dedicaba a moderle y tratarle como si fuera... Pues eso, un juguete. Y ahora estaba a punto de cambiar el curso de la historia de Cat Noir, tumbandose de golpe para arañar el pie del hombre, justo sobre la parte elevada de la improvisada palanca, y haciéndole volar hacia la cabeza de éste en formato héroe mientras él se agachaba a reñir al felino. Cat Noir pasó justo por detrás, dando cómicas vueltas en el aire a escondidas del humano, y llegando a estrellarse contra la pared al otro lado del salón en cuestión de segundos. Papá se giró extrañado, y acabó por levantarse a buscar el origen de aquel ruido. Lo único que encontró fue al juguete de su hija, espatarrado en el suelo entre la mesa y la pared.
–¿Y tú qué has hecho para estar así?
Por el rabillo del ojo, Cat pudo ver a su compañera salir corriendo hacia la puerta, dedicándole una rápida mirada de agradecimiento desde el quicio. En ese momento sintió cómo lo cogían en volandas, recolocaban sus extremidades y lo llevaban hacia la habitación de las niñas, colocándolo sobre una de las camas, aún sin hacer.
–Mejor que esperes ahí a que vengan las enanas.
Se marchó cerrando la puerta tras de sí, y un enorme alivio inundó su cuerpo dolorido. Papá se detuvo un instante a tan sólo unos pasos de la puerta, jurando haber escuchado un gran suspiró procedente de dentro, pero al momento se convenció de que había sido su imaginación y volvió a su telenovela.
El unicornio se asomó desde la cama de al lado.
–¡Eh, colega! ¿Estás bien?
–Pensábamos que te habíamos perdido ahí fuera –añadió el monstruo de ojos saltones desde su misma cama.
–Estoy bien, un poco mareado, quizás. Pero se me pasará. ¿Ladybug...?
Una pequeña cabecita asomó desde detrás de un cojin, tímida. El muñeco salió trastabillando con las sábanas hacia ella, sonriente. Ella agachaba la cabeza mientras le devolvía la sonrisa con ternura.
–Es... Estoy bien. Has sido muy valiente, sin ti no lo habría logrado.
El otro carraspeó mientras hincha a el pecho para hablar pareciendo más "macho alfa" de lo que en su vida llegaría a ser.
–Sabes que vivo para ayudarte, mi lady.
Y con una risita coqueta, la mariquita saltó a sus brazos, convirtiéndole en el juguete más feliz del mundo. El resto de muñecos y peluches se apartaron para dejarles intimidad, mientras en la cama contigua se iba organizando una timba de poker para poder entretenerse lo que les quedaba de mañana, hasta la hora de que las pequeñas de la casa llegaran y les reclamaran para pasar la tarde entre juegos, babas y carreras.

2 feb 2019

Año nuevo, vida nueva

Reto 1: propósitos de año nuevo.

La última de las doce campanadas aún resonaba en mi cabeza cuando me llevé la copa de cava a los labios, pringosos del jugo que las uvas habían dejado en ellos. Mientras sorbía, las burbujas me iban abriendo la mente a toda prisa y me hicieron pensar en mi situación actual. Estaba pasando la nochevieja con la familia de Rubén, mi novio desde hacía tres años, y a quien no quería de forma romántica desde, al menos, dos. No puedo seguir así. No soporto a sus padres, y nunca se lo he dicho por no levantar la perdiz y crear una guerra civil entre las familias. Demasiado buena soy... Pero eso está a punto de cambiar. Este año, este 2019, va a ser el mejor de mi vida. Para empezar, romperé mi relación con el soso de Rubén antes de que acabe enero. Si quiero empezar a vivir, necesito tener una vida que sea mía. Además, me propongo empezar a decir siempre lo que pienso, aunque a los demás les moleste. Como seguro que eso me cuesta un poco más, me daré de plazo hasta febrero para conseguirlo. Pero ni un día más.
Me haré un cambio de look, sí. Lo necesito. Llevo mucho tiempo usando el mismo corte de pelo, algo nuevo puede refrescarme la personalidad. Dejaré la pelu para marzo, pero no debo tardar más de eso en ir, porque en abril quiero hacerme ese tatuaje del que siempre he estado enamorada, y que a Rubén le parece tan mal. En mayo, que se me acaba el contrato de trabajo, pienso dedicarme a buscar uno en el que me sienta más cómoda y útil, que pueda llegar a casa con la satisfacción del deber cumplido cada tarde. Y aunque me tome todo el mes, lo conseguiré.
Este verano voy a comprarme un trikini. ¡Lo tengo decidido! En cuanto llegue junio me hago con él, cueste lo que cueste. Nunca me he atrevido, pero 2019 va a ser mi año, ¡claro que sí! Y de este año no pasa que en julio vaya a ver los sanfermines. No me perdonaría morir sin haber conocido la fiesta en la que se enamoraron mis padres... Y hablando de ellos, tengo que ir a visitarlos. Creo que agosto será un buen mes para hacerlo, en Madrid no hay prácticamente nadie y estoy segura de que será un viaje agradable.
Cuando llegue septiembre ya tengo que haber terminado de componer la canción que llevo tanto tiempo teniendo en la cabeza, me doy un buen margen para hacerlo pero que no se me olvide. Y la pila de libros que están esperando a ser leídos desde que empecé con Rubén debe estar liquidada en octubre como muy tarde.
Para este invierno me compraré el abrigo largo que vi en aquella tienda tan cara. Yo creo que en noviembre, cuando empiece a hacer frío, ya habré ahorrado lo suficiente, y deberá ser así porque el año que viene por estas fechas, pienso estar tomándome las uvas en un crucero por el Caribe.

52 retos 2019

Como el año pasado me quedé con ganas de terminar el reto de los 52 relatos, he decidido ponerme este año con él otra vez: 52 relatos 2019.
La idea viene de nuevo del blog Literup y ahí os dejo las bases por si queréis participar, leer o cotejar lo que voy escribiendo con el reto. Ya sabéis que me encantan los retos, y éstos me parecen tan interesantes y adictivos que es leerlos por encima y empezar a picarme los dedos de las ganas de escribir. ¡Espero no quedarme colgada otra vez!

Como con el reto del año pasado, iré escribiendo poco a poco y publicaré el enlace a cada uno de los relatos en este post para que sea más fácil de encontrar. ¡Disfrutad!

Reto 1
Reto 2
Reto 3